jueves, 27 de septiembre de 2018

12 meses de lectura

Parece que fue ayer pero recuerdo el día 1 de enero de este mismo año. Tampoco es que haya ocurrido hace veinte años, así que es normal que lo recuerde. Son momentos del año en el que, como septiembre, todos nos intentamos preparar un montón de cosas, justificar nuestra procastinación con la promesa vacua de un año lleno de metas cumplidas y glorias personales satisfechas. Aún no ha acabado pero es el primer año que me puedo dar por satisfecho en casi todos los ámbitos. Parece que después de tantos años -básicamente mis treinta y tres- he conseguido pillarme el truco. 

¡Ya era hora! 

Cada uno tiene sus propios ritmos, normalmente van de la promesa a la frustración, tienen que recorrer unas cuantas veces ese camino para al final cumplirse. Algunos cumplen sus promesas a la primera (o eso dicen), pero cuando te las tienes que hacer a ti mismo, eres fácil en perdonar una falta. Así, llevaba desde que acabé la universidad, leyendo a medias un montón de ensayos que me había ido comprando y me apetecía leer. 

Llevaba tiempo dándole vueltas, pero el día 1 de enero fue el punto decisivo en todo esto -también en mis hábitos de escritura y vida, que tardaría un tiempo en solidificar pero bueno-, así que decidí que aunque fuera poco a poco, acabaría con unas cuantas de mis ballenas blancas durante todo el año. Así, mi mujer se sorprendió cuando me vio salir del cuarto con ocho libracos a cuestas y mi cara sonriente. 

-¿Qué haces? -me preguntó.
-Es una movida que he pensado.
-Bueno -dijo con una sonrisa asomando a la comisura de sus labios-. Ya me dirás qué es. 


Así que pillé unos cuantos libros, muchos de ellos los había comenzado y casi acabado en más de una ocasión. Como nunca me había dejado libros por terminar, tengo la sana costumbre de dejar los puntos de libro donde me he quedado y de que si voy a abandonar su lectura, al menos la abandonaré en el principio de un capítulo. No ha pasado en todos los casos, pero casi. Las Termópilas y El Mito del Eterno Retorno no los tenía empezados, pero llevan más tiempo en mi estantería que muchos de los libros que he leído varias veces, así que fueron mis primeros escogidos. Luego seguí con Druids, Oráculos Griegos, Merlín y su historia, El Guión y La Deuda. A priori no debería suponer un problema, si no estuviera siempre leyendo novelas, juegos de rol, manuales de juegos de miniaturas y una infinidad más de cosas que me gustan y acabo pillando. 

El ensayo, por su propia idiosincrasia se vuelve algo más pesado y lento así que decidí contar las páginas que tenía todo aquello. 1539 páginas. No son tantas, a mitad de agosto empecé a leerme Juramentada y son 1400, Pero eh, llevaba muchos años arrastrando estos libros y quería acabarlos como fuera; así que dividí esas páginas entre 365 días y daban cuatro y pico, recuerdo pensar, bah, cinco páginas al día es totalmente asumible. 


Y en esas estamos. He conseguido acabarme cuatro de los seis que me había propuesto y encaro la recta final del año con solo dos lecturas y un superhábit de poder leerme solo tres páginas al día. No lo haré, ya que si consigo acabar antes pues eso que me quito en el turbulento periodo laboral que es navidad. Este año que viene creo que lo volveré a hacer. Es un pequeño placer y una meta totalmente conseguible así que seguramente os seguiré comiendo la cabeza con esta propuesta.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

La tercera fundación



No os voy a aburrir con un largo soliloquio de hacia dónde voy o de dónde vengo. Esto comenzó como un blog literario en el que yo hablara de mis cosas y ahora se ha transformado por tercera vez, ¿en qué? Pues básicamente en un blog personal...

... ya sé que ahora se estila más dar la murga por twitter y crear hilos infumables sobre las injusticias del día a día en 240 carácteres. Yo debo ser un hombre viejo  ya, porque eso me sabe a poco. Quiero sujetar en este marco todas las cosas que no caben en mi blog viejoven, Nexo de Caminos, en el que ya hablo de mis aficiones y vicios. 

Os hablaré de mis lecturas, posiblemente de mis proyectos y también de mis devaneos con una sociedad que cada vez nos vuelve más locos a todos. 

No prometo una continuidad exagerada, pero prometo prestarle atención, no abandonarlo en la nube como otro pecio social más, no soy un político. Este 2018 me ha servido para encontrar una tenacidad interior que desconocía que tenía, pero que había ido aplicando de forma más o menos fuerte durante toda mi vida. 



Así que preparaos porque vienen curvas y van a ser de las que marean. 
Paz