martes, 8 de septiembre de 2015

Vadeando el infinito

El otro día me desperté con otra triste noticia. Cerraron una librería en El Ejido, una librería que no conocía, nunca había oído hablar de ellos, quizás porque antes de abrir mi propia librería estaba un poco despegado de todo el ambiente cultural que envuelve a esta profesión. Aquí tenéis su página de Facebook, donde podréis ver la cantidad de autores importantes que han paseado por allí y la multitud de amigos que hicieron a lo largo de sus años de vida.

Como siempre que leo algo de este calibre se me encienden varias luces internas de alarma. Una de ellas es la de culpar a alguien, siempre tiene que haber un culpable: que si el gobierno y su asqueroso IVA inflado (aunque hay que recordar que los libros siguen teniendo un 4%), a los clientes de librerías, que nunca compramos o leemos bien poco (aunque hay que recordar que la libertad radica justamente en hacer lo que quieras), que si pirateamos mucho, que si no se qué.

En fin, aquello de echarle la culpa a otros de nuestros propios fallos es muy común, sobretodo cuando te duele. A mí me duele cuando cierra una librería y me ha dolido cuando han cerrado algunas, pero tampoco he hecho nada para evitarlo, ¿así que qué pasa realmente? Hay muchos factores a analizar, pero podríamos empezar con esta máxima:«Los libreros tenemos que decidirnos, renovarse o morir.»

Ya no sirven las mismas técnicas de antes, lleva mucho tiempo sin funcionar el vender sólo libros o el traer a autores para que firmen las últimas novedades. Esto les sirve a las grandes multinacionales, que venden libros por impulso, así, a paladas, a gente que probablemente lea uno o dos al año. Creo que hay que abrirse más a todo lo que rodea a la lectura y el mundo de la cultura.

Otra máxima podría ser «El lector es el que realmente tiene en su mano el sector, elija usted sabiamente». Hace unos años pensaba que una librería especializada podía funcionar (y puede hacerlo, pero si el local es suyo o no tiene que pagar alquiler/hipoteca de su casa por ejemplo), pero empiezo a dudarlo. Realmente la gente no lee poco, sólo que lee barato. Si una tienda online me hace un 5% de descuento y en la librería a la que voy cada semana no, probablemente siga yendo a la librería a la que voy cada semana pero me compre los libros en esa tienda online en la que me hacen el descuento. Y oye, que está todo el mundo en su derecho, es una cuestión de decisiones y gustos.



El otro día un cliente me confesaba que me había sido infiel con otra librería -palabras suyas, no mías-, yo no tengo ningún derecho a enfadarme porque mis clientes compren libros en otras partes (de hecho, no me enfado, aunque lo que le dije fue que si me tenía que ser infiel, lo fuera con otra de las librerías pequeñas de la ciudad, no con la cadena). Como en muchos negocios, en este de los libros se crea una co-dependencia lector/cliente con lector/librero en el que uno intenta satisfacer las necesidades del otro, así que seguro que más de un librero y de dos ya habrá vivido esta escena.

Para que nos entendamos, lo de la librería Sintagma es un producto claro de la crisis, pero no sólo de la crisis, también es un cambio de dinámica comercial y cultural. El libro en papel, si bien no está condenado a la desaparición, sí que está condenado al ostracismo, fuera de las pequeñas librerías que han tratado con tanto mimo el producto durante tantos años. Total, si en la tienda online X me sale a 5% de descuento y me lo traen a casa YA, no tengo que esperar... total, si en esta super cadena El Tajo Alemán me lo ponen todo tan bonito que no puedo resistirme... total, si me caes mal y no quiero comprarte libros a ti. Y ojo, no es una cuestión puramente personal de los clientes de librerías pequeñas, está todo barnizado con la cultura de la inmediatez que impregna nuestra sociedad.

El resumen de todo esto es que todos tenemos parte de culpa, el librero y el lector. Si uno se adaptara mejor (escuchando al cliente, mezclando sabiamente el fondo editorial y pensando en moverse a un mercado más transversal que no sólo incluya libros) y el otro tuviera claras sus prioridades (¿prefiero esperar 15 días más y darle el dinero al librero de la librería que me gusta o paso? ¿Me compensa ahorrarme 2€ con el descuento o pagarlos y charlar de libros con mi librero? etc.) la simbiosis necesaria sería mucho más fructífera y clara que lo que es hasta ahora.

Ninguna librería pequeña es capaz de resistir sólo vendiendo libros, creo que es una realidad bastante comprobada.




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